Otras palestinas: Ramallah y la situación de los presos

Arafat sobre el muro de Ramallah. Iñaki Legarda

Arafat sobre el muro de Ramallah. Iñaki Legarda

Después de Belén y Jerusalén, el camino fue cambiando. Tanto como la Palestina que se nos aparecía ante los ojos. Pese a que el paisaje exterior lucía similares colores ocres y áridos, nos fuimos acercando a la capital administrativa de la Autoridad Nacional Palestina. Administrativa porque la sentimental, la deseada, sigue siendo Jerusalén. Pero llena de vida, agitación urbana, comercios, coches y mucha gente. No sólo palestinos sino un gran número de cooperantes españoles, alemanes, italianos… visibles en los bares céntricos, tomando cervezas y fumando narguilas a ritmo de músicas conocidas como Bob Marley o Cesaria Évora, mezclados con palestinos y palestinas. En las calles del centro de la ciudad, la vestimenta de las mujeres, la mayoría cubiertas con pañuelos y con ropas largas, nos confirmó que estábamos entrando en una zona más religiosa y musulmana. Y todos conviviendo al ritmo del tráfico, de la cercana Mukata, oficina presidencial, bombardeada y arrasada por los israelíes para humillar a un Arafat que acabó huyendo a París donde murió, envenenado según las tesis del último congreso de Al-Fatah; de la sede del parlamento palestino, olvidada y con muchos de sus diputados en las cárceles cisjordanas desde las últimas elecciones de 2006 ganadas por Hamás y que EE.UU. y la Unión Europea rechazaron. Una vez más, tuve la sensación de encontrarme ante una realidad abigarrada, barroca y difícil de asumir. Un mosaico de colores y situaciones muy distintas. En el que te podías tomar una cerveza en un moderno bar al lado de una calle con edificios destruidos, carreteras modestas y llenos de gente tomando café o dando un paseo. En el que podías cruzar desde los pocos medios y curvas de las carreteras palestinas al moderno trazado y servicios de las carreteras de los colonos o de Israel. En el que las banderas de uno y otro país se entremezclaban a cada rato, salpicando controles y check-points.

Casi un miembro de cada familia palestina ha pasado por prisión, en total 750.000 personas

En Ramallah, el contacto con varias organizaciones de la sociedad civil también nos acercó a realidades aún más duras de la ocupación. Como la que nos transmitió Alá Jaradat, de Addameer, asociación de apoyo a los presos políticos. En la conversación con Alá se hizo evidente una característica que luego se repetiría durante el viaje: la modestia de los logros de cada asociación y el dejar de lado la experiencia personal. Muchas veces dura, con cárcel o torturas, pero relegada. Quizá para resaltar el panorama general. Quizá porque es más común de lo que nos imaginábamos. Addameer recibe apoyo de Sodepaz, por lo que Jaradat nos agradece mucho la visita. Addameer trabaja de 1992 a través de programas de apoyo social y jurídico, de sensibilización, estudio y promoción de los derechos humanos.

Por las cárceles israelíes han pasado cerca de 750.000 presos palestinos desde 1967. Es decir, casi uno de cada familia que vive en el país. Ahora hay cerca de 8.100 personas. Entre ellos 450 están en situación de detención administrativa, sin juicio, y hay también 380 menores de edad y 60 mujeres. En las prisiones están representantes como Marguan Barguti, líder de Al Fatah; Ahmad Sa’adat, del FPLP -ambos en cárceles israelíes-; o  43 diputados de Hamas, estos en las de la ANP. «No puede haber negociación sin liberar a estos representantes. La gente depende de sus líderes». Alá inicia su charla hablando de las leyes militares israelíes elaboradas bajo la ocupación. Decretos que han prohibido desde libros, a símbolos como la bandera palestina, o la Organización para la Liberación de Palestina. Leyes para recalcan la impunidad de la que goza Israel y su ejército para encarcelar «a cualquiera en cualquier momento». El relato se va haciendo más duro cuando Jaradat describe las torturas físicas y mentales practicadas en las cárceles israelíes desde los años ochenta; en los juicios en los que el acusado debe probar que nadie disparó a un colono en una ciudad durante un año; o en las detenciones administrativas por orden militar de uno a seis meses y prorrogables hasta ocho años.

«La resistencia es legal bajo una ocupación, pero los crímenes de guerra, no» A. Jaradat

Ala Jaradat de Addameer. D.P.

Alá Jaradat de Addameer. D.P.

Durante el relato, nadie habla, tomamos notas, abrumados por la dureza de la situación. Alá fuma, mira su ordenador y explica con una sonrisa. En varias ocasiones se emociona, le afloran lágrimas que contiene a duras penas. Como cuando cuenta la tortura psicológica contra un detenido administrativo que no creyó en su liberación, después de varias veces en las que le decían que estaba libre y le volvían a encarcelar en las puertas de la prisión. Con especial emoción, cuenta la historia ade un amigo, quién sabe si cercano, quién sabe si él mismo dice Iñaki, uno de los participantes en el viaje. Cruzó Cisjordania durante dos días, sin apenas dinero, para volver a ser detenido justo cuando iba a abrazar a su familia. La charla se alarga durante varias horas. Habla de las dificultades de las visitas, de familias esperando permisos arbitrarios, con procesos de un día mediados por la Cruz Roja para poder estar tan sólo unos minutos con sus familiares. Le pregunto por la situación en las cárceles palestinas. «La situación es muy díficil. Siento decirlo, pero a veces es más díficil que en las israelíes». Hay detenciones administrativas, torturas y no se permite ninguna visita. Sólo en los primeros meses del año han muerto 14 palestinos en las cárceles de Cisjordania. Durante nuestra visita, leeremos sobre nuevas muertes. La charla acaba por falta de tiempo, metidos en discusiones de interés de varios compañeros de Amnistía Internacional sobre su definición de presos políticos y crímenes de guerra. Alá afrima que «la resistencia es legal bajo una ocupación, pero los crímenes de guerra, no. Un crimen de guerra es un crímen de guerra incluso en situaciones de resistencia».

2 comentarios

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2 Respuestas a “Otras palestinas: Ramallah y la situación de los presos

  1. Al respecto de la vestimenta de las mujeres, añadiría que a diferencia de Jenín o Nablús, que veríamos más tarde, aquí aunque la inmensa mayoría llevaba el hiyab, muchas lo hacían conjuntamente con pantalones ceñidos ropa muy moderna.

  2. iria

    hola ,he solicitado un campo de trabajo en Nablus y me gustaria saber como comportarse en los dichisos interrogatorios para entrar en Israel ,k preguantas hacen k decir ….

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